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.La pestilente nube que leenvolvía era tan oscura que ni siquiera podía ver a la niña que llevaba en brazos.De hecho, ni siquiera podía percibir las ondulantes corrientes de la misma nube.Laoscuridad era más profunda que cuando cerraba los ojos, porque tras los párpados,estallidos de color formados por diminutos puntos creaban espectrales dibujos queiluminaban su mundo interior.Estaban a unos seis metros de la parte del fuselaje partida por el impacto.Nocorrían peligro de perderse, ya que el pasillo era la única ruta que podían seguir.Jim trató de no respirar.Podía contener la respiración durante un minuto  eltiempo suficiente para escapar.El auténtico problema era que el humo inhalado,cáustico y corrosivo, le quemaba la garganta como si hubiera tragado ácido.Suspulmones ascendían y descendían pesadamente y su esófago sufría espasmos,provocándole accesos de tos que acababan en una inevitable inhalación de humo.Probablemente quedaban menos de cinco metros para salir de allí.Jim teníaganas de gritar a la gente que había frente a él: «¡Moveos, maldita sea, moveos!».Sabía que avanzaban todo lo aprisa que podían, que estaban tan ansiosos como élpor salir de allí, pero aun así quería advertirles que se apresuraran.Jim sentíacómo crecía en su interior un rugido de rabia, y se dio cuenta de que se hallaba alborde de la histeria.Pisó varios objetos pequeños y cilíndricos, y se tambaleó como si caminarasobre bolas de cristal.Pero logró mantener el equilibrio.Casey fue presa de unos violentos ataques de tos.Jim no podía oírla, pero alsostenerla contra su pecho podía sentir cada una de las convulsiones,contracciones y espasmos de su pequeño cuerpo mientras luchabadesesperadamente por dar bocanadas de aire a través de la camiseta con lainscripción I LOVE LOS ÁNGELES.Había pasado menos de un minuto desde que Jim empezara a avanzar haciadelante con la niña en brazos.Sin embargo, tenía la impresión de estaratravesando un túnel interminable.Aunque el miedo y la furia le provocaron cierta confusión mental, supensamiento seguía lo bastante claro como para recordar haber leído que cuandouna habitación ardía en llamas el humo ascendía manteniéndose cerca del techo.Si no lograban ponerse a salvo en pocos segundos, se vería obligado a tirarse alsuelo y arrastrarse con la esperanza de escapar de los gases tóxicos hastaencontrar aire puro.Una súbita oleada de calor se cernió sobre él. Imaginó que entraba en un horno, que su piel se consumía al momento, y quetodo el cuerpo se le llenaba de ampollas.Su corazón latía como el de una criaturasalvaje abalanzándose contra los barrotes de una jaula, pero empezó a latir conmás fuerza, más rápido.Jim estaba convencido de que se hallaban a pocos pasos del boquete abiertoen el fuselaje.Abrió sus ojos irritados.La oscuridad absoluta dio paso a unremolino de humos grisáceos a través de los cuales refulgían débiles destellos deuna luz roja como la sangre.Los destellos eran llamas envueltas por el humo,vistas tan sólo como reflejos que emitían millones de partículas de ceniza formandoespirales.En cualquier momento, el fuego podía surgir del humo y abrasarle hastalos huesos.No iba a lograrlo.El aire era irrespirable y estaba rodeado por el fuego.Iba aperecer calcinado.Ardería como una vela de sebo viviente.En una visión originadapor el terror y no por un poder superior, se vio a sí mismo arrodillado y abatido porla derrota.Llevaba la niña en sus brazos, y ambos se fundían en un infierno quederretía el acero.Se sintió atraído por una súbita corriente de aire.El humo fue aspirado hacia suizquierda.Vio la luz del día, fría y gris, fácilmente diferenciable del resplandor mortal queoriginaba el combustible del avión.Movido por la espantosa visión de morir abrasados, Jim se arrojó hacia la luzgrisácea y cayó fuera del avión.No había ninguna escalera móvil, desde luego, nitampoco una rampa de emergencia, tan sólo la tierra.Afortunadamente, la cosechahabía sido segada hacía poco, y el campo estaba cubierto por una capa derastrojo.Aquella tierra recién arada era lo bastante dura para cortarle la respiracióna causa del impacto pero demasiado blanda para que se rompiera algún hueso.Jim asió con fuerza a Casey al tiempo que daba bocanadas de aire.Se pusode rodillas, se levantó, y con la niña todavía en sus brazos se alejó tambaleante delradio de calor que el avión en llamas despedía.Algunos de los supervivientes huían corriendo, como si el DC-10 estuvieracargado de dinamita y dispuesto a destruir en cualquier momento la mitad delestado de Iowa.Algunos pasajeros deambulaban sin rumbo bajo un estado deshock.Otros yacían en la tierra, demasiado aturdidos para dar un solo paso; otrosestaban heridos y quizás algunos de ellos muertos.Respirando con fuerza aire puro, Jim tosió expulsando el tóxico de suscongestionados pulmones.Buscó a Christine con la mirada entre la gente que sehallaba en el campo [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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