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.Si hubiera sido después del combate, habrÃa ido sin rechistar… Estaba lleno de adrenalina y no tenÃa miedo a morir.Ahora que estoy más tranquilo, sà lo tengo.Espero poder ir con la cabeza alta, pero tengo miedo de ponerme a llorar o a suplicar clemencia.–Tú no -dijo Harkat-.Tú eres… demasiado fuerte.–¿Tú crees? – reà secamente.–Luchaste… contra los jabalÃes y… te enfrentaste… al fuego y al agua.No… mostraste miedo antes.¿Por qué… ahora?–Eso era diferente -dije-.TenÃa la oportunidad de luchar.Si deciden matarme, tendré que ir a la Cámara de la Muerte sabiendo que todo está perdido.–No te preocupes -dijo Harkat-.Si… mueres, tal vez… te conviertas… en una… Personita.Me quedé mirando el deforme cuerpo de Harkat, su rostro desfigurado y lleno de cicatrices, sus ojos verdes y la máscara sin la cual no podrÃa sobrevivir.–Oh, eso es un gran consuelo -dije con sarcasmo.–Sólo intentaba… animarte.–¡Bueno, pues no lo hagas!Los minutos se desgranaban agonizantemente.Deseaba que los vampiros tomaran rápido su decisión, aunque eso significara la muerte… Cualquier cosa serÃa mejor que estar allà sentado, sin saber nada.Finalmente, después de lo que me pareció toda un vida, escuché un ruido de pasos que se acercaban por el túnel.Harkat y yo nos envaramos, nos deslizamos fuera de las hamacas y saltamos hacia la puerta de la celda.Nos miramos nerviosamente.Harkat sonrió débilmente.Mi sonrisa fue aún más débil.–Allá vamos -susurré.–Buena suerte -respondió.Los pasos redujeron su velocidad, se detuvieron, y luego volvieron a acercarse, suavemente.Un vampiro emergió de la penumbra del túnel y se deslizó dentro de la celda: Kurda.–¿Qué ha ocurrido? – pregunté.–Vine a ver cómo estabas -dijo, sonriendo torvamente.–¡Bien! – barboté-.¡Genial! ¡No puedo estar mejor!–Eso pensé.– Miraba alrededor con inquietud.–¿Ya se… han decidido? – preguntó Harkat.–No.Pero no tardarán mucho.Van… -Se aclaró la garganta-.Van a sentenciarte a muerte, Darren.HabÃa estado esperándolo, pero igualmente fue un duro golpe.Di un paso atrás, y se me doblaron las rodillas.Si Harkat no me hubiera sostenido firmemente, me habrÃa caÃdo al suelo.–He intentado razonar con ellos -dijo Kurda-.Los otros también.Gavner y Vanez se emplearon a fondo en tu defensa.Pero no existen precedentes.Las leyes son claras: fracasar en un Rito se castiga con la muerte.Intentamos convencer a los PrÃncipes de que te permitieran repetir el Rito, pero han hecho oÃdos sordos a nuestras súplicas.–Entonces, ¿por qué no han venido a buscarme? – pregunté.–Aún lo están debatiendo.Larten ha convocado a los vampiros más viejos para preguntarles si se habÃa dado un caso semejante con anterioridad.Está haciendo todo lo que puede por ti.Si existe la más mÃnima laguna legal, él la encontrará.–Pero no existe, ¿verdad? – pregunté, abatido.Kurda meneó la cabeza.–Si Paris Skyle no conoce alguna forma de salvarte, estoy seguro de que los otros tampoco.Si él no puede ayudarte, dudo que alguien pueda.–Asà que todo ha terminado.Estoy acabado.–No necesariamente -dijo Kurda, desviando la mirada, extrañamente avergonzado.–No comprendo… -Fruncà el ceño-.Acaba de decir…–El veredicto es inevitable -me interrumpió-.Pero eso no significa que tengas que quedarte aquÃ, aceptándolo.–¡Kurda! – jadeé, horrorizado por lo que decÃa.–Puedes salir -susurró-.Conozco un modo de eludir a los guardias, un punto de fractura del que nunca he informado a nadie.Podemos atravesar la montaña, bajando por túneles que casi nunca se utilizan, para ganar tiempo.El amanecer está cerca.Una vez que estés fuera, tendrás el camino libre hasta el atardecer.E incluso entonces, no creo que nadie vaya a perseguirte.Ya que no supones ninguna amenaza, te dejarán ir.PodrÃan matarte si te encuentran antes, pero cuando haya pasado todo ese tiempo…–No puedo hacer eso -le interrumpÃ-.Mr.Crepsley se avergonzarÃa de mÃ.Soy su asistente.Él tendrÃa que responder por mÃ.–No -dijo Kurda-.Tú ya no eres su responsabilidad, no desde que emprendiste los Ritos
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