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.Ha estado así toda la tarde.Creo que me estoy enamorando.–¡Salvaje! – gritó ella, atacándole.Vancha le quitó el arma y la sostuvo en el aire con expresión grave.–¿Recuerdas lo que he dicho, Alice? No quiero dejarte aquí, a merced de nuestros enemigos, pero lo haré si me obligas.La Inspectora Jefe lo fulminó con la mirada, y luego volvió la cabeza con disgusto, mordiéndose la lengua.–Mejor -dijo Vancha, soltándola-.Ahora, coge un arma (o dos, o tres, si lo prefieres), y prepárate.Tenemos que enfrentarnos a un ejército de la oscuridad.La Inspectora Jefe nos miró uno por uno con expresión insegura.–Chicos, estáis locos -murmuró-.¿De verdad esperáis que me crea que sois vampiros, pero no asesinos? ¿Que estáis aquí para coger a una banda de… como los llaméis?–Vampanezes -dijo Vancha alegremente.–¿Que esos vampanezes son los malos y que estáis aquí para liquidarlos, aunque haya docenas de ellos y vosotros sólo seáis cuatro?–En líneas generales, sí -dijo Vancha, sonriendo con afectación-, excepto que somos cinco, lo cual marca toda una diferencia.–Locos -gruñó ella, pero se agachó y recogió un gran cuchillo de caza, lo probó y reunió varios más-.Está bien -dijo, incorporándose-.No me creo vuestra historia, pero os seguiré el juego, por el momento.Si nos encontramos a esos vampanezes, y son todo lo que habéis dicho, me uniré a vosotros.Si no… -Apuntó a la garganta de Vancha con el cuchillo más grande y describió con él un brusco movimiento hacia un lado.–Me encanta cuando te expresas de esa forma tan amenazadora -rió Vancha, y tras comprobar que todos estábamos listos, se ajustó los cinturones de sus shuriken alrededor del pecho y nos llevó en busca de la guarida de los vampanezes.CAPÍTULO 12No llegamos muy lejos antes de encontrar nuestro primer obstáculo.La enorme puerta que conducía al exterior de la caverna estaba cerrada a cal y canto y no se abría.Era el tipo de puerta que te encuentras en las cámaras de seguridad de los bancos.Una larga hilera de cerraduras con combinación la recorría por el centro, por debajo de la válvula circular.–Me peleé con esto durante más de una hora -dijo Vancha, golpeteando con los dedos la hilera de pequeñas cerraduras con ventanas-.No le encontré ni pies ni cabeza.–Déjame echarle un vistazo -dijo Mr.Crepsley, dando un paso adelante-.No soy un experto en cerraduras de este tipo, pero ya he desvalijado cajas fuertes antes.Puede que consiga… -Su voz disminuyó gradualmente mientras estudiaba las cerraduras, y al cabo de un minuto soltó un taco y le dio una patada a la puerta.–¿Ocurre algo? – le pregunté con indulgencia.–No podemos ir por aquí -espetó-.Tiene una combinación demasiado enrevesada.Debemos encontrar un camino que la rodee.–Decirlo es fácil -replicó Vancha-.He registrado la caverna en busca de pasajes y túneles ocultos… y no encontré nada.Este lugar ha sido construido así a propósito.Creo que este es el único camino.–¿Y qué hay del techo? – pregunté-.Los vampanezes llegaron por ahí la última vez que estuvimos aquí.–Hay paneles extraíbles en lo alto de la cueva -dijo Vancha-, pero el espacio que hay encima sólo es accesible desde aquí abajo, no a través del túnel.–¿No podemos abrirnos paso a través de la pared… rodeando la puerta? – preguntó Harkat.–Lo he intentado -dijo Vancha, moviendo la cabeza hacia un agujero que había abierto a puñetazos a unos cuantos metros a la izquierda-.Está rodeada de acero.Acero grueso.Hasta un vampiro tiene sus límites.–Esto no tiene sentido -rezongué-.Sabían que íbamos a venir.Quieren que vengamos.¿Por qué retenernos aquí? Debe haber un camino.Me arrodillé y examiné las hileras de diminutas ventanitas, cada una de las cuales contenía dos números.–Explíqueme qué son estas cerraduras -le dije a Mr.Crepsley.–Son cerraduras con combinación.Bastante sencillas.Los diales están debajo.– Señaló una serie de delgadas ruedecillas bajo las ventanitas-.Los giras en el sentido de las agujas del reloj para hacer que los números vayan hacia delante, o en sentido contrario para que vayan hacia atrás.Cuando has introducido los números correctos en las quince ventanitas, la puerta se abre.–¿Y cada número es distinto? – pregunté.–Supongo que sí -suspiró-.Quince cerraduras distintas, quince números distintos.Podría acabar descubriendo la clave, pero tardaría varios días.–Esto no tiene sentido -repetí, mirando fijamente los números carentes de significado de las ventanitas-.Steve ayudó a diseñar esta trampa.No habría construido algo que no pudiéramos sortear.Debe ser…Me interrumpí.Las tres últimas ventanitas estaban en blanco.Se las indiqué a Mr.Crepsley y le pregunté por qué.–No deben formar parte de la clave -dijo.–¿Así que sólo tenemos que preocuparnos de doce números?Sonrió tristemente.–Eso nos ahorrará media noche, más o menos.–¿Por qué doce? – reflexioné en voz alta, y luego cerré los ojos y traté de pensar como lo habría hecho Steve (lo cual no era una grata experiencia).Había hecho gala de una gran paciencia engañándonos y haciéndonos caer en la trampa que nos había tendido, pero ahora que nos hallábamos cerca del fin, no podía imaginármelo poniendo en nuestro camino una piedra que tardaríamos una semana en remover.Estaba ansioso por atraparnos.La clave que había puesto debía ser una que fuéramos capaces de descifrar con bastante rapidez, así que tenía que ser simple, algo que pareciera imposible resolver, pero que en realidad estuviera tan claro como…Lancé un gruñido y luego empecé a contar [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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