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.La seguí, sin pensar ni un instante en la promesa que le había hecho a Cerdon.Latienda estaba en penumbra; no se oía dentro de ella ni el menor ruido y la atmósfera eraagradablemente cálida.La mujer desató los cordones púrpura que ceñían la capaalrededor de su cuello y me dijo:- ¿Recuerdas qué aspecto tienen las mujeres, Latro?- Claro - respondí yo -.No puedo recordar cuándo he visto una, pero de eso sí meacuerdo.La capa cayó a sus pies.- Entonces, mírame - dijo, pasándose el chitón por encima de la cabeza.La curva de sus caderas era como el mar que se mueve aunque no haga viento, y suspechos se alzaban orgullosos como templos hechos de nieve y cornalina.Alrededor de sucintura llevaba anudada una piel de serpiente.Se dio cuenta de que yo la miraba y la tocócon los dedos.- No puedo quitármela - dijo -, pero no hace falta.- No - repuse, abrazándola.Ella rió, haciéndome cosquillas y besándome.- No recuerdas cómo estuvimos sentados uno junto al otro en una ladera de estamisma isla cubierta de montañas, Latro.¡Ah, cómo te deseaba entonces! Y ahora eresmío.- Sí - dije, aunque ya sabía que la respuesta era no, pese a que todo mi ser ardiera acausa del deseo.La necesitaba como el hombre que muere de sed necesita el agua, como quien no hacomido en semanas desea el pan o como el hombre de corazón débil ansía la corona;mas no la deseaba como un hombre desea a una mujer, y ante eso nada podía hacer.Se rió de mí y habría sido capaz de estrangularla, pero sus ojos me robaron toda lafuerza de las manos y le fue fácil apartarlas de su cuello.- Vendré a ti cuando la luna esté alta en el cielo - me dijo -.Entonces serás más fuerte;espérame.Y ahora me encuentro sentado ante el fuego escribiendo, esto, con la esperanza deentender algún día lo ocurrido, observando la pálida mariposa que revolotea sobre lasllamas y esperando que salga la luna.30 - La Gran MadreLa diosa terrible de los esclavos apareció la noche anterior.La toqué y todos pudieronverla.Fue horrible.El campo se está empezando a despertar pero no hay necesidad deque me apresure a escribir, pues el mercado estará lleno antes de que el puente hayasido reparado.Tendré tiempo de leer esto una y otra vez de forma que nunca se meolvide.Cerdon se acercó sigilosamente a la hoguera mientras yo permanecía inmóvil, con losojos clavados en las llamas, y se agazapó a mi lado.- Esta noche hay centinelas - murmuró -, y debemos tener cuidado.Pero el Silenciosose ha ido y eso es más de lo que yo esperaba.Creí que Drakaina podía acudir aún y, pensando que Cerdon no pondría inconvenientea que estuviéramos unos instantes juntos, le pregunté quién era el Silencioso y luegoañadí:- Creía que aquí todos hablabais poco. - El joven - dijo Cerdon al tiempo que escupía en el fuego -.Los Silencioso son siemprejóvenes porque los jóvenes no han empezado todavía a dudar.- Yo soy joven - repliqué -, y tú también lo eres.Al oírme rió levemente.- No, tú no eres un Silencioso y tampoco yo lo soy.Además, son más jóvenes quenosotros y son siempre Cordeleros escogidos de las primeras familias, las que poseenaldeas enteras y muchas granjas.¿Has oído hablar de los jueces?Meneé la cabeza, alegrándome ante el nuevo retraso.- Los jueces gobiernan.Los reyes fingen gobernar y dirigen a los ejércitos, luchando enprimera línea de éstos y muriendo de vez en cuando.Pero nuestra tierra está gobernadapor cinco jueces.La ley dice que sólo los reyes pueden hacer la guerra, pero cada año losjueces se reúnen para decidir una guerra que está siempre fuera de la ley.- Si cada año hay una guerra nueva - dije yo -, entonces debéis estar combatiendoperpetuamente.- Así es - declaró, mirando por encima de su hombro como si estuviera inquieto -.Laguerra es siempre contra nosotros.- ¿Contra vosotros los esclavos? - pregunté, sonriendo -.La gente no hace nunca laguerra contra sus propios esclavos.- Eso había oído decir cuando estaba en el norte con el ejército.Los amos de allí sereían al oír eso, tal y como tú has hecho ahora; pero ése es el modo en que aquí ocurrenlas cosas.Cada año la guerra es votada en secreto y siempre se dirige contra nosotros.Los jueces hablan con los jóvenes, con los hombres que eran muchachos antes de la lunallena, cuando fueron azotados en nombre de Auge.Entonces se convierten enSilenciosos; aparentemente son sólo hoplitas recién incorporados pero en realidad cadauno de ellos es el oído de algún juez.Un Silencioso puede matarnos cuando le venga engana.Creo que le conoces: su tienda se encuentra más allá.¿Recuerdas su nombre?Era la tienda a la cual me había llevado Drakaina y recordé lo que me había dicho.- ¿Pasicrates?Cerdon asintió [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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